
Ahora Hoskins pretende indagar específicamente en la carrera de Waits, que abarca ya cuatro décadas, un paseo crepuscular por la vida de un hombre que ya es leyenda de la música, un tipo que creó un personaje monumental y una manera única de contar historias. No sólo es su música, tan personal, sino también unos relatos descarnados acompañados por una voz que se emparenta con la del mismísimo diablo, si es que éste tuviera una garganta reconocible. Al tiempo, durante todos estos años Waits fue construyendo un personaje que no admite comparación con ningún otro en la historia de la música. De alguna forma, aplicó a su extravagante carácter las viejas enseñanzas de su amigo Bob Dylan, quien también forjó su propio mito con historias personale

Waits apenas ofrece pistas de su personalidad. En las pocas entrevistas que ha concedido, le gusta jugar con el periodista y propone gigantescas metáforas que ayudan tanto como despistan en el intento de acercarse a vida y obra. Como dice en una oportunidad: “El mundo está haciendo música todo el tiempo. Predicadores callejeros, trenes acercándose, niños cuando suena el timbre, multitudes hambrientas, una orquesta afinando, la panceta en la sartén, una estampida de elefantes, el mechero “Zippo”, tractores, lechuzas (...)”
El músico contó cierta vez que nació en la parte trasera de un taxi. También cultivó a conciencia su imagen de vagabundo beatnik, alojándose por voluntad propia en las habitaciones de los hoteles más sórdidos, donde era imposible ver el color de las baldosas al quedar tapadas por infinidad de vinilos rotos, revistas censuradas, botellas de licor barato, colillas babeadas y zapatos sin su par correspondiente. Luego, a finales de los '70, tuvo una salvaje relación con Rickie Lee Jones, otra artista singular, y a comienzos de los ‘80 encontró la estabilidad junto a Kathleen Brennan. Ella trabajaba en los estudios Zoetrope de Francis Ford Coppola y se acabaría convirtiendo en algo más que su mujer. Con Brennan halló no sólo a la madre de sus hijos, sino también a una colaboradora en el arte de escribir canciones y en vivir una vida más saludable. Ahora Tom Waits dedica su tiempo a disfrutar de su familia, sacar discos de tanto en tanto y ofrecer giras esporádicas a las que el personal asiste con lágrimas en los ojos a un espectáculo único en todo el mundo. Para deleite de los oídos más desacomplejados queda su obra, llena de discos tan memorables como The Heart of Saturday Night, Small Change, Blue Valentine, Rain Dogs, Bone Machine, Mule Variations y muchos más.
Dijo hace tiempo: “Editas las canciones porque es verdad que las cosas aterrizan en tu patio como meteoritos. Las canciones tienen un efecto auténtico en ti. Se sabe que las canciones salvan vidas. Algunas son terapéuticas. O quizá algunas son asesinas. Algunas morirán en el parabrisas y algunas nunca saldrán de casa. Las golpeas, pero nunca se van. Otras no pueden esperar para salir y nunca serán escritas. Son pequeñas bastardas desagradecidas. Sólo hay una razón para seguir escribiendo canciones y fue lo que dijo Miles Davis: que estés cansado de las viejas canciones”. Y ahí sigue, alimentando su elusivo

Párrafo aparte su espectacular interpretación en la ultima película del director Terry Gilliam, El imaginario del Doctor Parnassus donde su papel protagónico es representar al mismísimo diablo, con un puntaje que sobresale su esencia misma y que tan bien sabe sobrellevar. Nadie mejor que él podría interpretar ese papel, sin dudas. El gran Tom Waits... la encarnación de nefistófeles sobre la tierra.
Diego Bochor.-
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