Si a un amante de la historia del rock se le preguntara cuándo y dónde le gustaría haber nacido, la respuesta sería probablemente que en la década del ‘40, en alguna ciudad no demasiado pequeña de los Estados Unidos. ¿A quién no le hubiera gustado ser contemporáneo de los sucesos que constituyeron la aparición del rock & roll? No habría hecho falta Internet para descubrir a los grandes eslabones perdidos que casi no aparecen en compilaciones en CD, ya que habríamos vivido en carne propia el surgimiento del género, con todos los fenómenos que esto implicaba (como la revelación de la juventud y prohibición parental ante la tendencia a enloquecer en las pistas de baile agitando las caderas y celebrando el “mal gusto”). Asimismo, también habríamos sido testigos del pack sesentoso que incluye grandes éxitos como la oleada británica, el verano del amor californiano y el underground neoyorquino.
Digamos entonces que si hubiéramos nacido en los ‘40 en Estados Unidos, podríamos haber protagonizado la historia que se narra en Stand by me (Cuenta conmigo1986), el film de Rob Reiner basado en la novela The Body de Stephen King. La banda de sonido utilizada en la película establece un paralelismo entre la música y la experiencia de los personajes: se trata del rock & roll en plena pubertad, ya consolidado como género, explorando los distintos caminos posibles.
El primer tema, “Everyday”, de Buddy Holly, ofrece en una melodía agradable e inocente un pantallazo de nuestra situación: “cada día se va acercando, yendo más rápido que una montaña rusa”, los ojos no nos alcanzan para verlo todo y debemos estar ahí cuando los hechos ocurran. Mientras, el título del éxito del dúo Shirley and Lee, “Let the good times roll” ("Dejá los buenos tiempos rodar") habla por sí mismo, rezando carpe diem, vivamos la plenitud del momento. Esto nos abre lugar a los Del Vikings con “Come go with me” ("Vamos, vení conmigo"), que no sólo se corresponde con la prédica del culto a la amistad que propone el film, sino que además, al ser este grupo vocal uno de los primeros en conformarse por miembros negros y blancos, es una perfecta imagen de lo que ocurría en aquellos momentos con la segregación racial, cada vez menos notoria gracias a la confluencia de culturas que fue el rock & roll. Por otra parte, la letra de “Get a job”, de los Silhouettes, se inserta en la vida de cualquier adolescente rebelde que debe ajustarse a las reglas de la estructura social (“cada mañana ella me echa de la cama gritando ‘¡conseguí un empleo!’”). El enérgico piano de Jerry Lee Lewis en “Great balls of fire” sintetiza la efervescencia juvenil de la época en la famosa escena en la que un grupo de jóvenes va en un auto bateando los buzones de un típico suburbio, es decir, una juventud corrompida destruyendo de a poco los cánones de una conservadora sociedad norteamericana. Para finalizar, la balada de Ben E. King que da título a la película se posicionó como un enorme hit y fue versionado en innumerables ocasiones, instituyendo su progresión de acordes como formato clásico.
Esta joya entre las bandas de sonido resucita en forma resumida ciertas personalidades de los ‘50 que si bien jamás fueron olvidadas, la historiografía cotidiana las relegó a un lugar secundario ante otros personajes más notorios como Elvis, Little Richard o Chuck Berry. No podemos desafiar físicamente nuestra dimensión espacio-temporal, pero gracias a recopilaciones como esta podemos sentir cada día de Buddy Holly acercándose nuevamente.
Juan Irurueta.-
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