Siempre es muy bueno ver un Rockumental, y si es más de uno, ¡mejor! Bueno, el 20 de junio pasado, en el marco del Festival Ciudad Emergente, fui a ver dos filmes que parecían muy interesantes per se: Le Noise y Glastonbury. El problema de ir a estos festivales es la enorme cantidad de personas que concurren, y aún más si es un feriado. En el caso de Ciudad Emergente, año a año el público asistente al Festival aumenta en forma sostenida. Y esta última edición, la sexta de su historia, no fue la excepción. Gente y más gente por todos lados. No es que uno tenga fobia social pero… Ok, son las tres de la tarde y ya estoy listo para ver el primero de esta función en continuado: Le Noise, un mini documental sobre el álbum homónimo de Neil Young, editado en 2010. En esta obra minimalista y difícil –producida por Daniel Lanois- el histórico cantautor canadiense, tocando en soledad, elabora un repertorio de canciones ruidosas y molestas que dan cuenta de porque es llamado el "Padrino" del grunge.
Y eso es lo que se muestra en esta película, filmada en un prístino blanco y negro: la interpretación imperturbable de las ocho canciones del disco, nada más y nada menos. Algunos números son más placidos que otros –en especial los temas acústicos-, pero la mayor parte de este repertorio es rockero y muy experimental. Algo que puede resultar poco digerible para un público no fanatizado con la obra de Young. Y el documental está a tono con las canciones interpretadas, con una cámara que no se queda fija jamás –volando cual moscardón molesto-, centrando su atención en innumerables planos cortos del compositor, en sus gestos y su mirada a la nada. Sin dudas, un tour de force no apto para espíritus sensibles y poco salvajes. Esto quedó en evidencia con la retirada masiva del público, en forma paulatina a lo largo de la función, hasta que al final del film tan solo quedaban un par de estoicos espectadores.
Una vez concluido el filme sobre el disco de Neil Young, corro apresurado para llegar a tiempo a la proyección del siguiente documental. Nada menos que Glastonbury, dirigido por el inglés Julien Temple (The Great Rock 'n' Roll Swindle, Absolute Beginners, The Filth and the Fury, Joe Strummer: The Future Is Unwritten), y producido por la BBC. Esta película repasa lo más destacado de los primeros 35 años (el período 1970-2005) del histórico Festival homónimo de rock llevado a cabo en el Valle de Somerset, Inglaterra. Aunque ésta haya sido la tercera película de la historia dedicada al evento, se diferencia de los filmes anteriores por su trama fragmentaria, que salta del presente del relato a los comienzos de los ´70, y viceversa, por medio del uso del flashback, dando cuenta del carácter transgresor, excesivo, loco y libre del Festival, a lo largo de las diferentes ediciones. Desde sus comienzos, vinculados al blues-rock y el hipismo, hasta llegar a las múltiples tribus rockeras y los sonidos electrónicos de los primeros años del Siglo XXI.
Porque si hay algo que se deja muy en claro en Glastonbury es que si algo no perdió jamás este histórico festival, fue su carácter desenfrenado y esa oportunidad única de, por unos días, olvidarse del resto del mundo, sumergiéndose en una locura freak imparable, como si este fuera el último remanente de los ideales utópicos y comunitarios de la contracultura de los ´60 y ´70.
Si bien utiliza material de archivo -con imágenes de las diferentes ediciones de los años ´70 y ´80- Temple centra la mayor parte de su relato en las ediciones del período 2002 - 2005, con ráfagas de actuaciones en vivo de John Cage, The Libertines, Massive Attack, Primal Scream, Blur, Morrisey, Radiohead o David Bowie, entre muchos etcéteras, pero en donde la música no funciona más que como breves descansos sonoros en el relato, como una excusa para poder soportar más de dos horas de un bombardeo incesante de información sobre Glastonbury, su historia y su gente. En este punto uno de los protagonistas principales del film es el granjero Michael Eavis, factótum histórico e ideólogo del Festival, quien es retratado, a través de los años, mostrando tanto su costado idealista de los primeros años –que luchó contra viento y marea por un sueño- como al calculador y audaz empresario posterior, capaz de construir vallas infranqueables para evitar que se siga colando gente sin pagar, o de perseguir cualquier transgresión de sus colaboradores.
En sí, Glastonbury es un buen Rockumental, aunque se encuentre a años luz del histórico Woodstock, debido a lo confuso de su relato, lo reiterativo de algunos tópicos, y también por el obstinado intento de Temple en filmar una desprolija monografía que privilegiara la mística del lugar en detrimento de la importancia de los números musicales, lo que termina convirtiendo a Glastonbury en un relato excesivo y –por momentos- aburrido. Algo que no pasaba prácticamente nunca en Woodstock…
Termina el filme de Julian Temple y ya la gente está haciendo cola para lo que se viene. Gente, gente y más gente. Gente que va, personas que vienen, seres que se tropellan, cuerpos que chocan aquí y allá. En el programa impreso que tengo en mis manos dice que ahora viene una película de Los Babasónicos. Pero yo ya tiré la toalla, así que mejor no, y emprendo la retirada… ¿O acaso pensabas que esta era una reseña sobre todas las películas del Ciclo de Cine del Festival?
Emiliano Acevedo.-
PD paradójica final: Un par de semanas después de ir tan entusiasmado a ver Glastonbury al Emergente, me la encuentro en DVD en la batea de ofertas del Walmart Avellaneda. Sí, la misma película. ¿No es maravilloso?
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