Ahora que ya ha pasado la
Kissmania desatada por la quinta visita a nuestro país del legendario cuarteto estadounidense podemos parar la pelota y analizar con detenimiento su último álbum
Monster, aparecido en octubre. Para empezar, no cabe dudas que estamos en presencia de un gran álbum de
rock visceral y efectista, es cierto, pero con una calidad musical incuestionable. Se los podrá acusar de miles de cosas, de ser banales, comerciales u previsibles, pero lo que está claro es que
Kiss hace rato que sabe cuál es su kiosquito, y no se va a mover ni una pulgada de ahí. En el caso de
Monster, este álbum revela el excelente momento anímico y musical que está atravesando el grupo con esta última formación que incluye, además de los eternos
Paul Stanley (guitarra rítmica y voz) y
Gene Simmons (bajo y voz), a
Tommy Thayer (guitarra solista y voz) y
Eric Singer (batería). Apartados del grupo los incorregibles
Peter Criss y
Ace Frehley, parece que con
Singer y
Thayer,
Stanley y
Simmons encontraron los acompañantes ideales -y menos conflictivos que los anteriores- como para seguir roqueando en gran nivel. Por algo sorprende –o quizás no tanto- que hayan decidido jugarse y, además de los clásicos infaltables, presentar nada menos que 5 canciones de esta nueva producción, cuando de discos anteriores, como
Psycho Circus, apenas si tocaban 2 temas en vivo. Y es que
Monster redobla la apuesta de
Sonic Boom (2009), y no nos da respiro a lo largo de su repertorio compuesto por 12 canciones. Desde la brillante apertura con “Hell or Hallelujah”, en donde estos superhéroes maquillados parecen burlarse de las diatribas que les podrían enviar algunos grupos religiosos acusándolos de blasfemos. Aquí, desde el mismo comienzo,
Stanley hace uso y abuso de la magia del estudio de grabación y con la tecnología logra que su voz siga sonando tan apabullante como en los buenos tiempos, algo que en el vivo, lamentablemente, ya no ocurre. Ya sea que en estudio
Paul se tome más tiempo para cantar, o debido al cansancio de las giras, es terrible comparar, y casi surrealista, la voz indestructible del cantante en
Monster con ese registro gastado y roto de casi todos los shows de
Kiss, de un tiempo a esta parte. Sin embargo, algo que no perderán nunca
Stanley y el lengüilargo de
Simmons es ese carisma intacto que nos vienen mostrando desde hace casi 40 años. Esto se aprecia en “Wall of Sound”, un explosivo tema, que además de homenajear con su título a
Phil Spector, recuerda lo mejor del
Kiss de
Revenge, el disco que los puso nuevamente en órbita en 1992. “Freak” es un tema que tiene un ritmo cansino que detona en un estribillo arrebatado, cantado a trío por
Stanley,
Simmons y
Thayer. “Back to the Stone Age” es otro
rock divertido de
Simmons a la “Domino”, y en “Shout Mercy” Stanley se calza las plumas, pinta sus labios y nos prende fuego con este impresionante
rock que envidiaría haberlo compuesto
Lenny Kravitz. “Long Way Down”, parece más simple, pero tiene un par de guitarras “zeppelinescas” que sorprenden.
Hasta acá, todo bien, y eso que ni llegamos a la mitad de un disco que continúa con “Eat Your Heart Out”, con ese irresistible comienzo cantado por los 4 a capella y esa intro setentosa que recuerda al grupo de
Rock n´ Roll Over; y “The Devil is Me”, en donde
Simmons se vuelve a poner en la piel de esa bestia salida de la peor película de terror que cualquiera haya visto, con otra composición en la tradición de las recordadas “God of Thunder” o “I Love Loud”. Por su parte, “Outta This World” es la oportunidad para que
Thayer se calce el traje dejado vacante por
Frehley y emprenda un viaje espacial en donde no faltaran los guitarrazos interestelares y los
facing más setenteros que te puedas imaginar. ¡Cohetitos explotando en el diapasón! Sin dudas,
Thayer se muestra cada vez más asentado personificando el papel de
Ace, sin vergüenza y con calidad. Luego llegará el turno de
Eric Singer, quién se luce en ese himno “All for the Love of Rock & Roll”, brillante declaración de amor hacía el género, y un tema que parece sacado directamente de la banda sonora de
That´s ´70 Show, en donde el ex rubio
Eric demuestra que además de ser un excelente baterista es un muy convincente cantante (mucho más que lo que lo fue jamás
Criss). En la efectista “Take me Down Below” (con
Paul y
Gene cantando en forma alternada como en los viejos tiempos) vuelve el sonido
Revenge, y
Simmons sale de noche en su convertible a gritar obscenidades a las chicas que pasan. Para el final queda “Last Chance”, el beso de despedida de
Stanley, otro tema que no es más que un mero trámite para llegar a lo que más nos interesa: el estribillo (además de un brillante solo de
Thayer que parece un “
outtake” de
Love Gun).
Punto final para un disco bueno que sorprenderá a propios y ajenos. No será un clásico de la envergadura de Destroyer, pero igual se saca un “Alcanzó Muy Satisfactoriamente”. Según Stanley, Monster “es realmente la culminación de todo lo que esta banda ha sido en el pasado y hacia dónde vamos. Potente, fuerte, melódico y épico. Y sin embargo a la altura de algunas de las mejores cosas que hemos hecho. Es Kiss”. Algo que no es poco, ¿no? Habrá que escuchar atentamente, nomás…
Emiliano Acevedo.-
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