Seguinos vía Facebook

Buscanos en Facebook como Secuencia Inicial y agreganos a tu perfil, compartimos videos y novedades.

miércoles, 17 de octubre de 2012

LO TERRIBLEMENTE ABSURDO DE LO REAL, entrevista a Pablo Krantz


foto de Luciana Aldegani
¿Cuántas de nuestras vidas imaginarias nos definen? En lo que respecta a Pablo Krantz (Buenos Aires, 1970), a lo largo de su experiencia vital ha sido de todo - como casi todos nosotros-: precoz lector de revistas de humor gráfico y aspirante a guitar hero, empresario responsable de un local de ropa interior femenina (con corpiños y bombachas que distribuía en su fiel e inolvidable Ford Taunus ´80), simpatizante del anarquismo, conductor radiofónico, guionista, traductor de francés, periodista… Pero lo que mejor le sale es ser músico, compositor y escritor. Por eso, a lo largo de los últimos 20 años, ha venido editando, intercalados,  libros de relatos fantásticos, cómicos, irónicos, absurdos e ingeniosos con discos eclécticos de rock de títulos kilométricos y repletos de ideas, metáforas e historias (minimalistas y no tanto). En 2001, se fue a vivir a Francia, pero volvió a Baires en 2007; y es que Krantz es un tipo que en el fondo adora vivir en los lugares que tienen que ver con su historia personal. En lo que a mí respecta, lo conocí hace un par de meses, luego de la escucha de su último disco (Démonos Cita en una Autopista para Volvernos a Estrellar, 2011) que me prestara mi compañero de blog Lean Ruano. Enseguida, nos propusimos que Pablo formara parte de la sección Conversaciones Iniciales, y por eso le envíe un mail, y él, gentilmente, dijo: "Como no, faltaba más. Me encantaría…”. Y así fue que nos encontramos en su departamento situado en el barrio de Palermo para realizar esta entrevista. Allí, Krantz nos abrió las puertas de su mundo, en donde no faltan un par de prolijas y generosas bibliotecas -en las que se sobresalía Tiempo de Abrazar, un libro de relatos de Juan Carlos Onetti-, una guitarra, y varios vinilos; como los que estaban colgados en la pared sobre el escritorio de su computadora: el primer álbum de Leonard Cohen, Marquee Moon de Television, Pattie Smith, The Clash, Lou Reed y David Bowie –todos éstos “los Super Amigos versión rock”, Krantz dixit-; más otros dos discos (situados sobre un estante repleto de libros) de música dodecafónica, de Schönberg y Berg (éstos dos, una herencia paterna). Ok, sigo mi relato. Llegué y Krantz me ofreció un café pero al ver en mi cara cierta duda enseguida dijo: “No, para qué; mejor tomemos una rica sopa instantánea de espárragos” y así fue. Degustamos con placer aquella sopa sin ruido de televisión de fondo (él no mira TV), salvo el lejano sonido de una decena de canciones que musicalizaron el ambiente, comenzamos a charlar, y, rápidamente, percibí en Krantz a ese mismo personaje que escribe esas canciones tan singulares, que están en un punto intermedio entre la chanson franchute, el spaghetti western y el rock argento más cosmopolita (¿existe esto?). En fin, lo cierto fue que charlamos durante dos horas y el resultado de ese encuentro es esta entrevista que hoy tenemos el gusto de presentarles.
Por Emiliano Acevedo.-

INICIO: LO IMPOSIBLE PUEDE PASAR
¿Cómo fueron tus inicios en la música teniendo en cuenta que no venías de una familia de músicos?
Mi padre es ingeniero nuclear. Mi madre, cuando yo era chico, era socióloga, y después se metamorfoseó en psicoanalista. No sólo no había nadie en mi familia que se dedicara a algo artístico sino que tampoco eran demasiado oyentes de música, sobre todo mi padre. Recuerdo que cuando le dije que me iba a dedicar a la música me dijo: “Pero si nunca te interesó”
Sin embargo, desde chico empecé a estar fascinado por la música. Mi primera canción la compuse cuando tenía 9 años. Era un tango que se llamaba “Julia”. Lo único que me acuerdo era el estribillo que decía: “Julia por qué me dejaste, y me diste esta puntada tan certera al corazón”. En realidad yo no sabía qué quería decir, porque no sabía aún qué era que te dejaran. Pero me parecía que sonaba bien, lo cual es muy importante a la hora de hacer canciones, que no es sólo hacer frases sino hacer frases que suenen bien.

¿Por qué un tango?
No tengo idea. Supongo que en realidad si uno se pone a componer sin tener demasiada idea, o un gusto musical definido, en Buenos Aires, la música para la que está hecho el idioma porteño es el tango. O al revés, el tango está hecho a imagen y semejanza del idioma porteño. Es lógico que si uno empieza a componer algo aquí decante hacia el lado tanguero.

¿Cómo aprendiste guitarra?
Estudié durante 5 años guitarra clásica en la adolescencia con el concertista Víctor Villadangos. Y la mitad de la clase él me ayudaba a sacar solos de temas que yo quería tocar. Después estudié composición en la Universidad Católica. Y canto durante muchos años.

¿Cuáles fueron los primeros discos que te compraste?
Empecé como todos los niños de mi época con Pipo Pescador y María Elena Walsh. Después llegué a Los Beatles y entré en la famosa dicotomía Queen / Kiss. Y cuando tenía entre 14 y 15 años  mi grupo favorito era The Kinks. Me fascinaba todo el rock de los años 60’ y 70’: The Rolling Stones, The Animals, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Los Doors. Me gustaba muchísimo el blues. Cuando empecé a tocar hacía solos pirotécnicos con la pentatónica y mi idea era hacer una banda de blues, pero no prosperó. También heredé un par de discos de mis padres: tres discos de Los Beatles, uno de Bob Dylan y uno de Leonard Cohen; y después muchos de esos… (Señala a unos vinilos que están sobre una de las bibliotecas) Mi padre era de escuchar mucho a (Arnold) Schönberg, (Iannis) Xenakis, (Edgar) Varèse; toda la música dodecafónica, y eso creo que tuvo mucha influencia en mí, porque soy de meter muchos ruiditos en mis discos. Desde la época en que era un guitarrista “ruidista” siempre tuve fascinación por esos efectos.

foto de Pablo Potapczuk
¿Escuchabás algo de rock nacional?
Mi grupo favorito de toda mi época de formación como músico fueron Los Redonditos de Ricota. Los descubrí en un programa de Lalo Mir que se llamaba “9 PM” donde pasaban sus demos, incluso antes de Gulp! Fui a verlos a su primer Palladium, y después los vi miles de veces. Los otros dos grupos que me encantaban de la época eran Sumo y Memphis La Blusera, pero en la época que hacían blues, la de Alma Bajo la Lluvia.
Yo vivía en rebeldía abierta contra mis padres, entonces ellos me daban dinero para trasladarme y comer algo. Pero me volvía del colegio caminando y con lo que me ahorraba me compraba discos. Así lo que sucedía era que los discos nuevos me exigían volverme caminando como 12 veces y los discos viejos, con volverme 3 veces caminando ya los podía comprar. Entonces me compraba miles de casetes en oferta que eran de rock nacional. Así descubrí a Manal, Color Humano, Vox Dei, Aquelarre, Invisible, Pescado Rabioso. Hay grupos igual de famosos que estos, como Los Gatos o Almendra, pero que como no estaban en oferta los conocí después. Conozco más del rock nacional de los 70’ y fines de los como por ejemplo, Pappo Blues.

Sabemos que sos fanático de la revista Mad. ¿Esto fue una influencia en cuanto a tu humor satírico? 
Me parece que la Mad me hizo mucho daño (risas) Porque, en realidad, es como un humor medio viejo. Durante muchos años se me ocurrieron chistes sobre suegras y médicos, y me di cuenta de que tengo que reprimirlos, pero lo primero que escribí a los 9 años eran como compilados de chistes de Mad y algunos míos. Leía las revistas varias veces y me las sabía de memoria. De hecho lo primero que publiqué en una revista del colegio, cuando tenía 12 años, era una mescolanza de chistes sacados de ahí y de Mundo Loco. Todavía en algún recodo de mi cerebro quedan esos chistes y me vienen a molestar en mis noches solitarias.

Tu faceta de escritor se dio en simultáneo con tu incursión en la música. Dos mundos paralelos, ¿no?
Sí, claramente. A mí lo que me pasó, como le suele pasar a muchos; luego de esta etapa más bizarra recopilando chistes de Mad, fue que cuando tenía 14 años me enamoré de una chica y empecé a escribir poemas. Los escribía fácilmente, y gustaban. A la vez, en un principio no era cantante. Era guitarrista. De hecho tuve la intención de convertirme en concertista, estudiaba 4 horas por día, pero no duró mucho esa intención. Cuando empecé a cantar, cantaba muchas canciones de otros. Mis propias canciones las empecé a cantar más tarde. En mi primera banda, El Pesa Nervios, yo no era el cantante. A lo largo de un año pasaron más o menos 15 cantantes, que cantaban letras mías, hasta que canté yo. Aunque en realidad no eran letras. Era una base que se repetía mil veces y yo hacía acoples y cosas extrañas.

Como los temas largos de la Velvet
Sí, había mucha influencia de la Velvet, Joy Division, Los Stooges, Sonic Youth. Tenía más que ver con el sonido y la cosa hipnótica que con las canciones. Y en un momento tuve que rendirme a la evidencia de que si no había ningún cantante que durara era porque el cantante tenía que ser yo.

¿Cómo eran los primeros ejercicios de tus poesías? ¿Eran obras torturadas o esperanzadoras?
No, esperanzadoras, de ninguna manera. Eran una mezcla, con bastante influencia surrealista, y de la poesía más maldita. Como fui a un colegio francés siempre vi mucha literatura y poesía francesa. Tuve mucha influencia de Prevert y de André Breton. Hasta ese momento no sé si había leído tanto a poetas que después se transformaron, en mi adolescencia, en poetas de cabecera para mí, como Rinbaud y Artaud, no tanto Baudelaire. Cuando tenía 18 años estaba en el movimiento anarquista y ahí me conocían como Pablo Artaud.

CRONISTA DE UN MUNDO DESESPERANZADO
Leímos en una entrevista anterior que cuando ibas a las manifestaciones políticas sentías como una especie de tristeza porque pensabas que eso no iba a cambiar nada. ¿Era así?
Las manifestaciones me dan como una gran melancolía. En realidad es una mezcla entre ternura y melancolía. Ver a toda esa gente… No es que significa que no van a cambiar nada, se cambian algunas cosas, pero tal vez siento que hay una gran ilusión acerca de lo grandioso que podría ser el ser humano y el futuro, y a mí algo adentro me dice que no va a ser así. Simplemente, me enternece ver a toda esa gente que olvida sus mezquindades, su individualismo y se mete en un gran sueño colectivo que me parece que nunca devendrá en algo fantástico. En su momento ingresé al movimiento anarquista y allí siempre me dijeron que yo era nihilista y creo que tenían razón. También, en una época tuve un programa de radio en la Biblioteca Anarquista, en la calle Ramirez de Velazco, que manejaban los viejos sindicalistas de la FORA y nos echaron porque nos decían que no tenía ningún mensaje constructivo y esperanzador para los jóvenes.

¿Pero de qué se trataba el programa?
El programa lo creamos con un metalero que se hacía llamar “Sombra” y tenía el pelo como Slash, que había conocido dentro del mundo anarquista. Él me sugirió el nombre “Mierda nacida de otra mierda”, por su convicción de lo que era un ser humano, y así se llamó. Hacíamos lecturas de poemas “artaudnianos” al son de una música hipnótica. No creo que la música sonara tan mal porque yo sabía tocar bastante bien pero sí, era bastante experimental. Por no decir, bastante desesperante. Era una radio que tenía un alcance de 10 cuadras a la redonda, en Villa Crespo. Luego, tuve otro programa que se llamó “Del teatro de la crueldad” en una radio en Zona Norte. De esa me echaron por anarquista, pero el programa no tenía nada que ver con el anarquismo. En la primera mitad del programa yo leía poemas y pasaba música en general, punk, after punk o noise, y en la segunda mitad venía otro chico y nos poníamos a hacer chistes hasta que nos dolían las mandíbulas de tanto reírnos. Pero en medio de todo eso, como yo sentía que de alguna manera tenía que cumplir mis responsabilidades con el movimiento, leía algún texto de Kropotkin, Proudhon o Bakunin, y por esos textos fue que me echaron. Me dijeron que esa era una radio de amigos, y que estaba todo bien con mis convicciones, pero que no querían que les cierren la radio por mi culpa.
Después de esa época nihilista, perdí la fe en que la humanidad podía ser algo realmente magnífico, y que pudiera existir una revolución que no terminara en su parodia o en atrocidades, y pasé poco a poco a un reformismo. Ahora pienso que las cosas pueden mejorar. Yo creo que muchos sistemas que el hombre fue creando se hicieron con las mejores intenciones. Por ejemplo el comunismo, pero, bueno, no funcionó, o funcionó transformándose en una máquina de aniquilar seres humanos, en una especie de gigantesco campo de concentración como fue el stalinismo. Me parece que no se puede lograr algo que sea hermoso en este mundo, pero se pueden mejorar ciertas cosas. Creo en un reformismo que haga que las cosas sean mejores poco a poco. Es cierto que las cosas están mejores ahora que en la edad de piedra. Al menos cuando alguien mata a otro tiene alguna chance de no salirse con la suya sin consecuencias.

Justamente tu ida a Francia se dio en un momento de mucha convulsión social. Es decir, había cambiado todo para que nada cambie nada...
En ese momento no sé cómo lo veía el resto, aunque creo que lo que me pasó a mí le pasó a mucha gente. La Argentina tal como la conocíamos había dejado de existir. Después de ese gran momento de politización mío de fines de los ´80 cuando participaba del movimiento anarquista, cuando íbamos a las marchas de las madres de Plaza de Mayo, sacábamos un revista que se llamaba La Negra. Después de ese período, ya en los ´90, poco a poco, me fui alejando de la realidad en cierta forma y empecé a meterme en mi mundo de música, de canciones, de literatura.  
Era un tiempo atroz, un tiempo en el que, en realidad, había un saqueo generalizado, pero a la gente se la convencía de que le estaban haciendo un favor. Entonces, creo que lo mejor que se podía hacer en esa época era recluirse y eso era lo que hacía mucha gente que no se comía la pizza, ni el champán.

 Y ¿cómo se da tu vinculación con otros músicos por ese entonces?
Siempre fui una persona muy sociable. Empecé a salir al mundo exterior a partir de que terminé el colegio. Porque cuando salí de ahí tenía como una fiebre por conocer la ciudad, la gente, el mundo del rock. Me uní a una pandilla punk del (Centro Cultural Ricardo) Rojas. Ahí empecé a frecuentar la vida nocturna, a salir muy seguido, a emborracharme. De hecho, cuando yo saqué mi primer libro en el ´97 hicieron una reseña en una revista que decía: “El personaje de la noche Pablo Krantz sacó un libro”. Andar por esos mundillos me había convertido en un personaje porteño, pero nadie que no se hubiera tomado el trabajo de conocerme sabía que, aparte de estar ahí emborrachándome, hacía algo más productivo, también.

MILES DE CANCIONES…
¿Cómo pensás los discos? 
Nunca me hago muchos planteos. El más raro en ese sentido fue mi primer disco. Yo llevaba muchos años haciendo canciones y como tardé mucho tiempo en grabar, había canciones de varias épocas. Era un conglomerado de muchas vertientes, algo muy seminal ya que algunas las continué en el tiempo. Pero fue una excepción a la regla porque a partir de entonces, una vez que termino un disco ya empiezo a componer y tengo muchas canciones, a medio hacer y terminadas y así, en un momento dado empiezo a ensayar con músicos, un bajista y un baterista, grabamos las bases y después viene la parte de los arreglos; y en general, durante toda la grabación del disco evito componer. Supongo que hago esto porque mi cerebro está metido en esas canciones que ya están hechas o porque me parece que si tengo más canciones no voy a saber qué hacer con ellas. Nunca hago demos, me gusta grabar y que sea definitivo. Y el tema de los arreglos es toda una aventura. Al ser solista puedo invitar a cualquiera a hacer lo que se me ocurra. Más allá de las influencias que uno traiga una canción se puede transformar en casi todo lo que uno quiera.

¿Qué te sale primero? ¿La música o las letras?
En estos últimos tiempos lo que me suele pasar, tal vez por la dispersión de estar tocando mucho, o de la vida virtual me refiero a mails, Facebook, etc. que hace que uno no esté tan concentrado como en otras épocas, es que en algún momento se me ocurre como una inspiración súbita, entonces anoto una frase, una idea, una primera estrofa, un estribillo, y después las paso a una gran carpeta en mi computadora que se llama “Nuevas canciones”. A partir del momento en que volví de Francia, hace 4 años, empecé una nueva etapa de anotaciones y todo lo anterior quedó en el camino. Pero si sumaríamos todo debo tener miles de esos registros. Entonces, cuando no tengo nada que hacer empiezo a tocar la guitarra sin ninguna idea preconcebida y  me digo: “ah, estaría bueno hacer una canción con esta melodía o con este estilo”, entonces, recurro a esas carpetas y voy probando varias de estas ideas de comienzos de canciones o de estrofas, y a partir de ahí viene el trabajo, es decir, convertir eso en algo mucho más grande. A partir de ahí en cierta forma la letra y la música se van haciendo juntas. Pero primero tiene que estar esa chispa de la idea de letra y que surja la intención de hacer una canción con cierto estilo.

¿El próximo disco también va a ser una parte en castellano y otra en francés como el anterior?
Sí. Después de este trabajo no tengo idea en qué derivará todo. Yo empecé a cantar en francés, cuando vivía en Francia, porque quería que la gente entendiera lo que decía pero a partir de esa iniciativa descubrí, en la canción francesa, todo un mundo, una tradición, y posibilidades líricas y melódicas que me fascinan y, la verdad que, por más que yo empecé tocando rock nacional, me siento más cercano a la tradición de la canción francesa, sobre todo en cuanto a las letras. Un amigo mío opina que desde siempre mis letras no tienen que ver con la tradición del rock argentino sino con la música francesa, que tienen que ver con algo más literario, con contar una historia, con permitirse más la ironía y cierto humor mezclado con melancolía. El rock argentino a veces es muy serio. Y las dos vertientes que hay tienen que ver con el rock chabón, o la versión spinettiana de la letra, es decir, “volada”. Algo que a mí no me gusta. No sé, yo me reconozco mucho en la tradición francesa. Creo que si uno escribe no asumiendo lo que es, queriendo ser más, escribe poesía surrealista barata. Eso es lo que impera en Argentina. A mí no me interesa hablar de espirales, y cosas por el estilo, que en realidad tienen más que ver con la vida de una estrella de rock, que con la vida de la gente y lo cotidiano.  

¿Cuándo te diste cuenta que este era tu estilo? Y ¿cómo te representas vos en esas canciones?
En un principio mis canciones eran muy torturadas y hablaban, a groso modo, de desesperación, terror y desnudez. Todo tenía que ver con cómo me sentía yo en mi propia adolescencia. Pero por más que, poco a poco, fui cambiando y descubriendo que la vida no era solo sufrimiento, que había belleza, mar, montañas, mujeres y vino, tardé bastante en encontrar la manera en que todo eso se fuera metiendo en mis canciones. Y también tengo una doble tendencia: tomarme todo muy a pecho y, a la vez, como contracara, tomarme todo completamente en broma. Una cara protege a la otra, y la que está en el fondo es la de una persona que como dice una canción mía es “demasiado frágil para este mundo”, pero a la que la ironía y el cinismo le sirven para sobrevivir. Y a esta altura ya no sé cuál de las dos caras es la verdadera, o en realidad, las dos lo son. Estoy melancólico pero sonriente, sobre todo en mis canciones. Poco a poco empecé a tratar de meter más de ese humor en mis letras. Los primeros intentos fueron directamente chistosos. Por ejemplo, escribí una canción que se llamaba “El Choripán Dorado”, otra que decía “No te me hagas el tiburón/Tenía 18 cuando mi viejo me echó”.

¿Es autobiográfica?
Sí, aunque en realidad tenía 21. Pero quedaba mejor 18 (risas) Y así a través del humor fui curando esa vertiente trágica que me subyace y fui llegando al estilo actual. Mis canciones ahora son menos desesperadas y cerradas al mundo.

foto de Silvia Herbas
MÚSICA DE FONDO PARA ANIMAR FIESTAS FAMILIARES
¿Te psicoanalizás?
Y… Soy hijo de una psicoanalista, así que el psicoanálisis es uno de los tamices que conozco para observar el mundo, pero ahora hace un tiempo que no lo hago. De todos modos, lo he hecho y me ha ayudado mucho. Sin embargo, no me parece que sea una panacea ni una salvación.  Me parece que hay muchas cosas que uno tendría que haber aprendido del ejemplo de sus padres, pero como vivimos en una sociedad muy enferma no lo hicimos y las tenemos que aprender de grandes. El psicoanálisis es una herramienta que sirve para curarse muchísimas dolencias y problemas que nos causa esta manera bizarra que tenemos de vivir en nuestras sociedades. Pero no me parece que el psicoanálisis sea la solución para los grandes misterios de la existencia. Para llegar a los grandes misterios de la existencia uno primero tiene que superar su problema con el oso de peluche que el padre no le quiso comprar (risas). Superar esos pequeños obstáculos. La vida es un largo aprendizaje para dejar de sufrir en vano. 

Antes de viajar a París ¿tenías el ideal de encontrarte con ese lugar de los poetas malditos, la bohemia parisina y demás, presente en el imaginario de tantas personas?
Lo que pasa es que cuando viajé ya estaba decepcionado de París. O sea que lo único que me quedó fue sorprenderme y descubrir nuevas cosas, porque no esperaba bajo ningún aspecto encontrarme con ese mundo que uno sueña acerca de París, de esa ciudad de los años ´30, ´40 o ´50; de ese París que ni siquiera sabemos si alguna vez existió, pero que ahora, efectivamente, no existe más. Por eso, en cambio, descubrí algunas cosas maravillosas. De todos modos, ya había ido varias veces a París, y tenía una relación muy especial con esa ciudad. Yo soy una persona con cierta tendencia nostálgica, y me gusta estar en un lugar con el que tengo un pasado. Me costaría mucho irme a vivir a un lugar en el que no tenga recuerdos. Por eso me gusta vivir en Buenos Aires, en la misma calle en la que vivía cuando era chico, y me encanta salir y mirar cada esquina y acordarme de todo lo que hubo en cada uno de esos lugares, y de lo que viví en ellos.

¿Y cómo definirías qué es París?
París es mucho más que la capital de Francia. París no es Francia. Irse a vivir allí no es lo mismo que irse a vivir a Lyon, Bordeaux o Toulouse; porque París es una de las capitales del mundo, como Nueva York, Londres o Berlín. Son lugares cosmopolitas donde hay gente de todas partes  y suceden un montón de cosas, todo el tiempo. Además, obviamente, París es un lugar hermosísimo.

Por lo que leímos fuiste muy bien aceptado en Francia.
Yo me siento extranjero en todos lados, en realidad. Pero viviendo en Francia comprendí mis aspectos más argentinos. Tuve buena recepción, es cierto. Tal vez porque no se notaba que era argentino y porque transmitía algo, movía alguna cuerda íntima.

Al tener un repertorio bilingüe, por decirlo de algún modo ¿qué es lo que hace que una canción sea en castellano o en francés?
Nacen así. La idea surge siempre en uno de los dos idiomas. Pero cuando empecé con mis primeras canciones en francés traduje algunas ideas. Por ejemplo, en el caso de “Las canciones de amor arruinaron mi vida”, que viene de una frase que escribí a los 22 años y encontré cuando llegué a Francia y me di cuenta que “las canciones de amor arruinaron mi vida, las canciones de amor son mis enemigas” podría ser una canción y que en francés también rimaba. Pero si no, en general, es una decisión que tomo de manera instintiva. Así es como me gusta tomar las decisiones. Creo que a la hora de empezar a hacer algo uno no tiene que saber exactamente por qué lo hace porque si no resulta aburrido. Salvo en los malos momentos donde uno sabe por qué empezó a escribir esa canción diciendo “maldita perra, te fuiste con el almacenero” (risas)

Y con respecto a esa canción, ¿pensante en alguna canción en particular que haya arruinado tu vida?
Cuando yo era adolescente, una de las cosas que más me gustaba hacer, seguramente porque todavía no conocía el verdadero sufrimiento por amor, era fumar un cigarrillo en el balcón de la casa de mis padres y escuchar una canción mil veces, imaginando momentos grandiosos y trágicos, pero todo me emocionaba. Más allá de que era como una especie de adicto a las canciones de amor considero que todas hacen cierto daño. Nos hacen creer en promesas que nunca serán realizadas, nos cargan de sueños que resultan siendo siempre mejores que la realidad.

NO QUIERO VIVIR ESPERANDO
¿Cómo fue tu tarea como periodista?
Siempre trabajé como colaborador, no en una redacción, o algo por el estilo. Empecé como traductor en la Inrockuptibles. Y en base a que sabía escribir bien, me empezaron a ofrecer algunas notas. Después, en el ´97, saqué mi primer libro y a partir de ahí me ofrecí para escribir en otros medios. Así trabajé en una revista que se llamó Internet Surf de Clarín, en La García, y en Planeta Urbano. En un principio me vi llevado a hacer periodismo de rock pero no duré mucho en eso porque tenía varios ribetes molestos relacionados con el hecho de ser músico antes que periodista. Mi norma era: Sobre los consagrados podía decir lo que quisiera, porque el público no iba a escuchar sólo mi voz. Si yo decía: “El último disco de León Gieco es una basura”, cualquiera podía oír las canciones en la radio, o leer en los diarios otras opiniones, etc. y podía coincidir o disentir conmigo. En cambio, si yo hablaba sobre una banda no conocida, de la que lo único que iba a saber la gente era lo que yo decía, mi norma era, o bien resaltar sólo lo bueno que yo encontraba ahí, o bien no aceptar la nota. El problema fue que siempre tuve un estilo muy irónico y me empecé a granjear ciertos enemigos. Por ejemplo, comenté el disco Subversiones, de Todos Tus Muertos, que eran reversiones de temas anteriores, y dije que no valía nada. También un disco de Alfredo Casero, cuya faceta musical siempre me pareció bastante ridícula. Después hice un comentario diciendo todo lo bueno que podía decir sobre una banda independiente que sonaba atroz, y quienes me contrataban se enojaron. Hay demasiado ego y  es comprensible. La analogía sería: cuando un panadero hace un pan y a alguien no le gusta; él comprende la diferencia entre éste y él. No piensa “esto significa que yo no le gusto”. En cambio, cuando a un músico le dicen “no me gusta tu disco, por esto o aquello”, siente que se lo están diciendo a él como artista. Y eso, que entiendo que es inevitable en este mundillo, me apartó del periodismo de rock. Otra cosa negativa fue que uno terminaba entrevistando a jovenzuelos que no tenían mucho para decir. Siempre tuve claro que el periodismo no me interesaba. O sea, siempre fue una forma divertida y fácil de ganarme la vida. Estoy dispuesto a tocar, o a publicar mis cuentos gratis pero no estoy dispuesto a hacer periodismo gratis.

Desde la perspectiva del músico, entonces, ¿cómo te relacionás con las críticas que se hacen de tus trabajos?
Tengo la suerte de que a los periodistas, en general, les guste la música que hago. De todas formas, es un aprendizaje porque uno tiene que disociarse de lo que hizo. Lo cual no es tan fácil sobre todo cuando, por ejemplo, para grabar el último disco estuve un año encerrado. Entonces es difícil que alguien te diga algo distinto de “¡Genial!” y eso se corresponda con todo lo que vos pusiste en ese trabajo. Pero, por suerte, cuando uno publica cosas, éstas se separan de uno, sobre todo cuando hay mucha gente que la escucha y se identifica con ello. Ahora, a diferencia de cuando era chico, no espero que lo que hago le guste al mundo entero.

¿Qué pensás con respecto a la masividad?
 A mí me interesa que lo que hago llegue a la mayor cantidad de gente posible, y estoy muy contento con cómo van avanzando las cosas. Ya no tengo el problema, que sí tuve en otras épocas  en las que me preguntaba “¿Para qué hago esto? ¿Para qué tanto esfuerzo?” Ahora, en buena medida, gracias a la inmediatez de Internet, tengo contacto con gente que me dice que le gusta lo que hago, y ya no es cómo antes que uno estaba más aislado, o pendiente de publicaciones escritas en donde se promocionen los shows. Ahora existe la posibilidad de crear un universo propio, y éste se va expandiendo.

foto de Pablo Potapczuk
ELEGIR SER UN EXTRA EN NUESTROS PROPIOS SUEÑOS…
Los títulos, podríamos decir cinematográficos, de los discos ¿salen a partir del trabajo terminado?
En general, los decido al final, y si bien algunos son el título de una canción, no es tan sencillo encontrar un título que realmente represente a todas las canciones. Obviamente, va a ser siempre algo parcial. Sin embargo, siempre me fascinaron los títulos que cuentan una historia en sí mismos. Por ejemplo, me acuerdo de “Más bella que un tacho de basura” de Soft Machine.

Tus discos se destacan por la variedad de estilos musicales, pasás de temas onda rock garage a música surf. ¿Cómo se te ocurre ir mutando eso en tus canciones?
Para mí lo esencial son las canciones, que cada una de ellas tenga un universo en cuanto a letra, melodía, armonía y ritmo; que todo eso de vida a una canción que sea distinta a las demás y que valga la pena que exista. Después, en cuanto a los arreglos, me gustan miles de cosas distintas, y además sigo teniendo esa fiebre de cuando tenía 12 años, que me lleva a querer conocer todo acerca de la música, todo eso ayudado por Internet y por las posibilidades actuales de tener acceso a muchos discos e información hacen que me la pase descubriendo estilos que me gustan, y tratando de conocerlos a fondo. En sí, me fascina la música surf, el garage, el pop orquestado, los songwriters, el rock de los ´60, la psicodelia, el folk, el acid folk, la música de películas, la library music, el space age music, el easy listening, la música hawaiana, el punk rock… Me gusta conocer de todo, absorberlo y disfrutarlo. Después, cuando llega el momento de grabar, me gusta poner algo de todo eso que he ido escuchando; que, es cierto, tiene mucho que ver con música de los años ´50, ´60 o ´70.

Y también un poco de spaghetti western, ¿no?
Yo tengo mucha influencia de Ennio Morricone, él –uno de los más talentosos compositores de bandas sonoras de los ´60 y ´70- hizo mucha música de western, junto a otros como Piero Piccioni. Esa música me fascina, me encanta ese sonido lleno de reverb y trémolos, esas guitarras, esas trompetas.

FINAL: LOS EXTRAÑOS NUNCA DICEN ADIÓS
El cuento es un género bastante particular, casi de culto. ¿Cómo lo vinculás con el hecho de escribir canciones?
Ambos, cuentos y canciones, son universos pequeños y cerrados en los que se puede apuntar a la perfección. Por ejemplo, en la novela, al ser un género mucho más largo, en general, no se juzga la perfección de cada frase. Por el contrario, puede tener partes malas, páginas enteras que no sirven para nada, pero lo que importa es el mundo que crea, que los personajes lleguen a tener vida propia, cuánto te atrapa o no. Mientras que los cuentos son breves entradas y salidas a la vida de alguien, o varios, que tienen un horizonte cercano. Tal vez, por ser muy perfeccionista, me adapto más a géneros como la canción o el cuento, y en ambos encuentro la oportunidad de lograr cierta armonía completa, cierta perfección que en la vida, donde todo es caótico y azaroso, no existe. Uno va viviendo como puede, mientras que en los cuentos uno escribe las cosas como puede pero también cerca de como quiere.

¿Hay libros, o escritores en particular, que te hayan inspirado?
Sí, varios. Más que nada el universo de ciertos escritores. Por ejemplo, tengo canciones y cuentos influenciados por Pavese, González Tuñón, Proust, Stevenson,  Eça de Queirós.  Tal vez lo que me llevó a escribir fue el hecho de intentar comprender cómo funciona un texto para poder imitarlo. Pero siempre esa imitación va a resultar distinta porque entra en juego quien soy yo. Muchos de los cuentos de mis libros están escritos “a la manera” de tal o cual, pero tal vez sólo yo lo puedo identificar. Dejarme habitar por la voz de un escritor pero sabiendo que lo que va a resultar va a ser algo completamente distinto porque mi mundo es lo suficientemente fuerte y particular como para no ser tragado por la influencia, es una manera que tengo de renovarme. Me aburre repetirme, y odio aburrirme. A lo que más le temo, más allá de las obviedades como la muerte, la bancarrota y el coma alcohólico, es al aburrimiento. Ahora mismo estoy terminando un libro que va a recopilar varios de mis escritos publicados a través de los años en diversos medios, y que habían quedado medio perdidos o eran prácticamente inéditos.

Leímos en una entrevista que te definías como songwriter. En lo que es el rock ¿te definirías como artista de rock? Y ¿cómo te vinculás con lo que normalmente se concibe con el rock star?
Yo me defino como cantautor de rock, aunque se complica porque también soy un chansonnier, por cantar en francés.  En sí, vivo descubriendo nuevas canciones y fanatizándome con ellas. Argentina es un país muy roquero, y casi una excepción con respecto al resto de América Latina.  Francia, por más que sea un país en donde se escucha mucho rock tiene mucha menos producción de rock, mucho menos grupos y recitales, por eso lo que más sorprendió de mi disco allá fue que yo mezclara ese estilo musical con la tradición de la canción francesa, algo no muy habitual. Luego, cuando volví a Argentina, me encontré con una proliferación de cantautores y el regreso de la canción. Esto último me parece maravilloso, y también me parece que ahora hay muchísimas bandas muy buenas, pero con respecto a este mundo de los cantautores me llevé una especie de chasco. Hay muchos que me gustan, pero no tienen nada que ver conmigo porque vienen de la música rioplatense, del conservatorio. Yo, en cambio, vengo de la música rock

foto de Javier Atilio López Uriburu
¿Y del rock argentino actual que te gusta?
Un montón de grupos y solistas: Valle de Muñecas, Me Darás Mil Hijos, Acorazado Potemkin, Flavio Casanova Rockaband, Juan Ravioli, Flopa, Liza Casullo, El Mató A Un Policía Motorizado, Javi Punga…

¿Cómo es el disco que estás haciendo?
Todavía no sé exactamente como va a ser porque tengo ocho temas casi terminados, y ahora voy a empezar a grabar otros que estuve componiendo en este último tiempo. En el disco anterior tenía material como para editar un disco doble, pero como me pasé un año para grabar los 10 primeros temas, la gente del sello no iba a dejarme que estuviera encerrado otro año para seguir grabando el resto, así que lo editamos con esos primeros temas que ya tenía. Por eso, ahora estoy trabajando en los otros 10 que no quedaron en el disco anterior, mitad en castellano y mitad en francés, y, a la vez, estoy por entrar a grabar de cero en breve con Pablo Varela (batería), Federico Ghazarossian (bajo); y con una mayor participación musical de mi productor Mariano Manza Esain, quién ya está grabando muchas guitarras; y donde, seguramente, también participará mi actual guitarrista Juan Carlos Marioni. Aparte de eso, incluye la participación de varios músicos invitados -que ya grabaron-, como Flavio Casanova (guitarra) o Germán Cohen (trombón). Me parece que este nuevo disco va a estar un poco más influenciado por la música de raíz, es decir, la música country o rhythm and blues, con un poco de rockabilly también. Además, tengo un tema con un tono medio de bosanova. De cualquier forma, todavía no puedo definirlo bien, porque aún lo estoy grabando…

¿Y cuándo crees que va a ser editado?
No lo sé. Si se puede, en marzo o abril del próximo año, pero dependerá de muchas cosas. Por un lado, de cuán rápido avance con los temas nuevos; por otro, de cómo venga mi presupuesto, porque esto de “vivir de la música” es algo muy aleatorio; por eso, dependerá de cuanto dinero tenga para invertir o no…

¿Y con respecto a futuros shows?
Tengo muchos shows de acá en más. En los últimos meses estuve tocando en Río de Janeiro, en Asunción del Paraguay, Bogotá, Montevideo y en varios lugares de Argentina. En general, toco casi todos los fines de semana. El año pasado hice como 100 shows. Ahora estuve en Mar del Plata, y voy mucho a tocar a Trelew y Puerto Madryn. Estoy cubriendo cada vez más territorios, y eso está buenísimo…
Secuencia Inicial.-




(Para más información: http://www.pablokrantz.comY para bajar el disco "Les chansons d'amour ont ruiné ma vie": http://www.mediafire.com/?9b99iw2i8158e2x)

No hay comentarios. :